domingo, 21 de septiembre de 2014

El mensaje del domingo por Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.




En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Vayan también ustedes a mi viña, y les pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros desocupados, y les dijo: -¿Cómo es que están aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Y Él les dijo: -Vayan también ustedes a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. -Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él le replicó a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es qué no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". (Mateo 20, 1-16)

Una de las características más notorias de la predicación de Jesús es su insistencia en que la acción salvadora de Dios implica una total gratuidad y se debe por completo a su iniciativa amorosa. Esto quiere decir que nosotros, por buenos y justos que nos creamos, no tenemos por qué exigirle a Él la obligación de pagarnos por lo que hacemos.
Este es el mensaje que nos trae el Evangelio de hoy. Meditemos en lo que nos enseña esta parábola, teniendo en cuenta también las otras lecturas del presente domingo [Isaías 55, 6-9; Salmo 142 (141), 2-3. 8-9. 17-18; Filipenses 1, 20c-24. 27].
1.- Salió a contratar jornaleros para su viña
La imagen de la recolección de las uvas había sido empleada por los profetas del Antiguo Testamento para simbolizar la acción de Dios que hizo del pueblo de Israel un campo de siembra del que esperaba frutos buenos y abundantes.
Jesús retoma esta imagen para enseñarles que el Reino de Dios consiste en la acción salvadora de Dios mismo que concede la felicidad plena a todos los que acogen su invitación a convertirse y seguir el camino que Él mismo nos ha mostrado a través de su Hijo Jesucristo: el camino del Amor, que es a la vez el reconocimiento de Dios como nuestro Creador y de nuestros prójimos como hijos de Dios, cualquiera que sea su raza, cultura, credo o condición social.
2.- Los primeros pensaban que recibirían más, pero también recibieron un denario
A primera vista la forma de proceder del dueño de la hacienda es injusta. ¿Cómo así que a quienes se rompieron el lomo durante todo un día les viene a pagar lo mismo que a los que apenas trabajaron la última hora? Pero la finalidad de esta parábola no es darnos una lección de derecho laboral, sino hacerles ver a quienes se creían “primeros” y consideraban que por el hecho de ser de una raza elegida Dios y por practicar unas normas rituales les debía pagar mucho más que a los otros, lo equivocados que estaban al criticar la acogida que recibían de Jesús aquellos a quienes ellos rechazaban como pecadores.
Éstos, que son los “últimos” a quienes se refiere Jesús, eran los publicanos, las prostitutas, los marginados sociales, los excluidos, y en general todas las personas que, desde distintas procedencias, se habían hecho sus discípulos.
3.- “Los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”
Esta frase de Jesús aparece varias veces en los Evangelios en contextos distintos, pero siempre para hacer referencia a lo que Dios mismo había dicho a través del profeta Isaías, como escuchamos en la primera lectura: “Mis planes no son los planes de ustedes, los caminos de ustedes no son mis caminos... Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los de ustedes, mis planes que los de ustedes”.
Ahora bien, esta referencia a los designios de Dios la aplica Jesús a la acogida que Él mismo les brinda a los pecadores que atienden su invitación y se convierten dejándose transformar por la acción de su Espíritu. A esto se refiere a su vez el mismo pasaje de Isaías, en el que Dios dice: “que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y de él tendrá piedad nuestro Dios, que es rico en perdón”.
A tal actitud misericordiosa corresponde precisamente la justicia propia de Dios, la misma que canta el Salmo al proclamar que “El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones”. En otras palabras, la “justicia divina” no es la frialdad condenatoria de un juez implacable, sino la bondad infinita de un Padre compasivo.
Conclusión
En la segunda lectura bíblica dice el apóstol san Pablo que lo importante es llevar una vida digna del Evangelio de Cristo. Al haber escuchado y meditado el pasaje evangélico de este domingo, dispongámonos a hacer realidad en nuestras actitudes cotidianas las enseñanzas de Jesús, en quien se nos presenta personalmente Dios hecho hombre para mostrarnos su generosidad y su misericordia infinitas. Así como él procede, también debemos proceder nosotros: con una disposición plena a la compasión, totalmente opuesta al orgullo condenador de los que se creen buenos y santos y consideran a los demás como pecadores que no merecen perdón.-
Jaime Pérez Montoya S.J.
Jesuitas de Colombia

Encuentros con la Palabra por Hermann Rodríguez S.J. “Vayan también ustedes a mi viñedo”


“El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos, hasta que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos. El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo se desgarraba su corazón al despedirse de su familia y de la muchacha a la que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país una persecución, de resultas de lo cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte. Y el Señor le dijo: «Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!».
La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decidió ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su hermano mayor, que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que le decía: «Tal vez con esto puedas ayudar a aquellos pobres diablos». Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo: «Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!».
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: «Señor, aún sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por ti exactamente lo mismo que he hecho». Esto sí que es una Buena Noticia: un Señor generoso y un discípulo que le sirve por el mero gozo de servir por amor” (Anthony de Mello, El canto del pájaro, pp. 151-152).
Desde una perspectiva mercantil, es un absurdo que el que trabaja desde el comienzo del día hasta la tarde, reciba lo mismo que el que llegó a la viña casi al caer el sol. Esto no nos cabe en la cabeza y le reclamamos a Dios: “Estos que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día”.
Pero Dios, como el dueño de la viña, nos responde: “Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el jornal de un día? Pues toma tu paga y vete. Si yo quiero darle a éste que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso?”
Tal vez haya personas que, sabiendo de la generosidad de Dios, habrían sido menos bondadosas... Pero también las hay que se alegran y gozan de tal manera con esta magnificencia divina, que no les queda otro remedio que desbordarse en generosidad.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Encuentros con la Palabra
RD

LECTURAS PARA EL DÍA DE HOY



Lectura Misa del Dia Domingo Septiembre 21 2014


XXV DOMINGO ORDINARIO
PRIMERA LECTURA
Isaías: 55, 6-9
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes.En la primera lectura, el profeta Isaías nos invita a buscar al Señor, pero para ello nos habla de exigencia y "abandono". Se trata, por tanto, de buscarlo desde la conversión, abandonando nuestras seguridades, nuestros esquemas, nuestras certezas. Creyente, no es el que dice saber quien es Dios, sino el que cada día se arrodilla delante de El para preguntarle: “Señor, ¿Quién eres?” Pues sólo en presencia del Señor, se puede intuir que sus planes no son nuestros planes.

Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos". 
Palabra de Dios

SALMOEl salmo 144 es de los llamados alfabéticos y es un canto de alabanza a Dios. Su inspiración literaria viene de otros salmos y era considerado por los judíos contemporáneos de Jesús como uno de los grandes poemas de alabanza a Yahvé compuestos por el Rey David. La realidad es que el salmista expresa, con maestría, su gozo ante esa gran realidad que es la grandeza y la ternura de Dios, Nuestro Padre y Padre de la toda la creación.
Del salmo 144
R/. Bendeciré al Señor eternamente.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
Muy digno de alabanza es el Señor,
por ser su grandeza incalculable. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas. R/.
Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor, de quien lo invoca. R/.

SEGUNDA LECTURA
Filipenses: 1, 20-24. 27
Para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pablo en la segunda lectura, sacada de la Carta los Filipenses, afirma lo mismo que el profeta Isaías, con esta hermosa declaración: "Para mí la vida es Cristo" ¿Podríamos decir nosotros, de verdad, que Cristo es lo único que cuenta en nuestra vida? Muchas veces, y aún a pesar nuestro, tenemos que reconocer que lo que cuenta en nuestras vida es todo lo demás, no Cristo. Iniciamos, hoy, la lectura de cuatro fragmentos sucesivos de esta epístola paulina.

Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.
Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo. 
Palabra de Dios

EVANGELIO
San Mateo: 20, 1-16
¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?En el evangelio de Mateo se nos ofrece el Reino, pero no como un salario, sino como un regalo que Dios ofrece a todos por amor. Al oírlo deberíamos preguntarnos: ¿quiero ir yo a trabajar a la viña del Señor? ¿Qué pienso de los que vienen detrás? ¿Cómo rindo en el trabajo que se me ha encomendado? ¿Lo hago bien, regular, mal? ¿Me hago el distraído para que trabajen los demás? Qué la Eucaristía de hoy nos ayude a responder a esas preguntas.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: `¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?'.
Ellos le respondieron: 'Porque nadie nos ha contratado'. Él les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: 'Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros'. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: 'Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor'.
Pero él respondió a uno de ellos: 'Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?'
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos".
Palabra del Señor

domingo, 14 de septiembre de 2014

Papa a los novios: "Os deseo a todos vosotros un bello camino, un camino fecundo". Texto compleo homilía. Video y audio


"El matrimonio es un viaje difícil y, a veces, conflictivo, como la vida"


"Es normal que los esposos discutan. No terminéis nunca el día sin hacer las paces"


(José M. Vidal).- Una madre soltera, novios que llevan años conviviendo sin haber pasado por el altar, jóvenes desempleados y todo tipo de contrayentes. Lo hace realmente especiales a esas 20 parejas que hoy domingo se convirtieron en marido y mujer es que los casó Francisco, en los primeros matrimonios que celebra desde que hace un año y medio fuera elegido Papa.
Bodas en la Basílica de San Pedro. Con novias radiantes y emocionadas. Se respira aire de fiesta y de novedad en el Vaticano. Donde siempre se han ordenado sacerdotes y obispos, hoy se casan parejas de novios.
Tras la procesión de entrada, el Papa da inicio a los ritos del matrimonio.
Primera lectura del libro de los Números.
Salmo responsorial 77: "No olvidéis las obras del Señor"
Segunda lectura de San Pablo a los Filipenses
El Evangelio de Juan: "Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo"
Algunas frases de la homilía del Papa
"Camino del pueblo en el desierto...Eran sobre todo familias. Hombres y mujeres de toda edad. Muchos niños..."
"Este pueblo hace pensar a la Iglesia en camino en el desierto del mundo de hoy"
"Y nos hace pensar en nuestras familias"
"Es incalculable la carga de humanidad que hay en una familia"
"Las familias son el primer lugar en el que nos formamos como personas y los ladrillos para la construcción de la sociedad"
"Es la tentación de volver atrás, de abandonar el camino"
"Pienso en las parejas de esposos que no soportan el viaje"
"Pierden el gusto del matrimonio"
"La vida cotidiana se torna pesada"
"Dios no elimina las serpientes, pero ofrece un antídoto"
"Dios transmite su fuerza de curación y su misericordia más fuerte que el veneno del tentador"
"El amor de Cristo puede restituir a los esposos la alegría de caminar juntos"
"El matrimonio es el camino conjunto de un hombre y de una mujer"
"La obligación del hombre de ayudar a su mujer a ser más mujer y de la mujer al hombre a ser más hombre".
"Un viaje difícil y, a veces, conflictivo, como la vida"
"Un pequeño consejo: Es normal que los esposos discutan. Siempre se hace. No terminéis nunca el día sin hacer las paces. Es suficiente un pequeño gesto y, así, se continúa el camino"
"EL matrimonio es el sacramento del amor"
"Os deseo a todos vosotros un bello camino, un camino fecundo, que el amor crezca"
"Os deseo felicidad. Habrá cruces, pero siempre está el Señor allí, para ayudaros a segur adelante"
"Que el Señor os bendiga"
Texto de la Homilía del Santo Padre Francisco en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, durante la Santa Misa celebrada en la Basílica de San Pedro con el rito del Matrimonio
La prima Lectura nos habla del camino del pueblo en el desierto. Pensemos en aquella gente en marcha, siguiendo a Moisés; eran sobre todo familias: padres, madres, hijos, abuelos; hombres y mujeres de todas las edades, muchos niños, con los ancianos que avanzaban con dificultad... Este pueblo nos lleva a pensar en la Iglesia en camino por el desierto del mundo actual, en el Pueblo de Dios, compuesto en su mayor parte por familias.
Y nos hace pensar también en las familias, nuestras familias, en camino por los derroteros de la vida, por las vicisitudes de cada día... Es incalculable la fuerza, la carga de humanidad que hay en una familia: la ayuda mutua, la educación de los hijos, las relaciones que maduran a medida que crecen las personas, las alegrías y las dificultades compartidas... Las familias son el primer lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los "adobes" para la construcción de la sociedad.
Volvamos al texto bíblico. En un momento dado, «el pueblo estaba extenuado del camino» (Nm 21, 4). Estaban cansados, no tenían agua y comían sólo "maná", un alimento milagroso, dado por Dios, pero que, en aquel momento de crisis, les parecía demasiado poco. Y entonces se quejaron y protestaron contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos habéis sacado...?" (Cf. Nm 21,5). Es la tentación de volver atrás, de abandonar el camino.
Esto me lleva a pensar en las parejas de esposos que "se sienten extenuadas del camino" de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, "da náusea".
En ese momento de desorientación - dice la Biblia - llegaron serpientes venenosas que mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el arrepentimiento del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que rogase al Señor que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedará sano del veneno mortal de las serpientes.
¿Qué significa este símbolo? Dios no acaba con las serpientes, sino que da un "antídoto": mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su fuerza de curación, que es su misericordia, más fuerte que el veneno del tentador.
Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, se identificó con este símbolo: el Padre, por amor, lo ha "entregado" a Él, el Hijo Unigénito, a los hombres para que tengan vida (Cf. Jn 3,13-17); y este amor inmenso del Padre lleva al Hijo a hacerse hombre, a hacerse siervo, a morir por nosotros y a morir en una cruz; por eso el Padre lo ha resucitado y le ha dado poder sobre todo el universo. Así se expresa el himno de la Carta de San Pablo a los Filipenses (2,6-11). Quien confía en Jesús crucificado recibe la misericordia de Dios que cura del veneno mortal del pecado.
El remedio que Dios da al pueblo vale también, especialmente, para los esposos que, "extenuados del camino", sienten la tentación del desánimo, de la infidelidad, de mirar atrás, del abandono... También a ellos Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos: si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.
El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre. Es la reciprocidad de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una "novela". Es sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía.
RD

El Papa Francisco: el matrimonio es caminar juntos


En la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y por primera vez desde el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco celebró la Santa Misa con el rito del matrimonio de veinte parejas de la diócesis de Roma. 
En su homilía, el Obispo de Roma recordó que el matrimonio “es símbolo de la vida, de la vida real”, y afirmó que no es una “novela”. Sino que es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, “un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía”.
El Papa Bergoglio afirmó al final de su homilía que “el amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión d ...


El matrimonio es el sacramento del amor de Cristo, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía, el Papa en su homilía de la misa con el rito del matrimonio


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En la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y por primera vez desde el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco celebró la Santa Misa con el rito del matrimonio, a las 9.00 en la Basílica de San Pedro. Se trató de un momento de gran intensidad para las veinte parejas de novios que fueron elegidos para decir su “sí” ante el Santo Padre. 

En su homilía, el Obispo de Roma recordó que el matrimonio “es símbolo de la vida, de la vida real”, y afirmó que no es una “novela”. Sino que es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, “un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía”.

El Santo Padre dirigió asimismo su pensamiento a las parejas de esposos que “se sienten extenuadas del camino” de la vida conyugal y familiar; en el que el cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; y donde pierden el gusto del Matrimonio, porque ya no encuentran en el Sacramento la fuente de agua, por lo que la vida cotidiana se hace pesada, “da náusea”.

En ese momento de desorientación – dijo Francisco recordando la enseñanza bíblica – llegaron serpientes venenosas que mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el arrepentimiento del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que rogase al Señor que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedará sano del veneno mortal de las serpientes.

Francisco explicó el significado de este símbolo. A saber, que Dios no acaba con las serpientes, sino que da un “antídoto”: mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su fuerza de curación, que es su misericordia, más fuerte que el veneno del tentador.

Y añadió que el remedio que Dios da al pueblo vale especialmente para los esposos que “extenuados del camino”, sienten la tentación del desánimo, de la infidelidad, de mirar atrás y del abandono… También a ellos – dijo el Papa – Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos. Porque si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.

El Papa Bergoglio reafirmó al final de su homilía que “el amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre”. 

“Es la reciprocidad de la diferencia – dijo Francisco –. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Texto de la Homilía del Santo Padre Francisco en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, durante la Santa Misa celebrada en la Basílica de San Pedro con el rito del Matrimonio

Escuchar audio aquí

La prima Lectura nos habla del camino del pueblo en el desierto. Pensemos en aquella gente en marcha, siguiendo a Moisés; eran sobre todo familias: padres, madres, hijos, abuelos; hombres y mujeres de todas las edades, muchos niños, con los ancianos que avanzaban con dificultad… Este pueblo nos lleva a pensar en la Iglesia en camino por el desierto del mundo actual, en el Pueblo de Dios, compuesto en su mayor parte por familias.

Nos hace pensar también en las familias, en nuestras familias, en camino, por los derroteros de la vida, por las vicisitudes de cada día… Es incalculable la fuerza, la carga de humanidad que hay en una familia: la ayuda mutua, la educación de los hijos, las relaciones que maduran a medida que crecen las personas, las alegrías y las dificultades compartidas… Las familias son el primer lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los “ladrillos” para la construcción de la sociedad.

Volvamos al texto bíblico. En un momento dado, “el pueblo no soportó el viaje (Nm 21, 4). Estaban cansados, no tenían agua y comían sólo “maná”, un alimento milagroso, dado por Dios, pero que, en aquel momento de crisis, les parecía demasiado poco. Y entonces se quejaron y protestaron contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos has sacado…?” (Cf. Nm 21,5). Es la tentación de volver atrás, de abandonar el camino.

Esto me lleva a pensar en las parejas de esposos que “se sienten cansadas del camino” de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, y tantas veces “da náusea”.

En ese momento de desorientación – dice la Biblia – llegaron serpientes venenosas que mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el arrepentimiento del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que rogase al Señor que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedará sano del veneno mortal de las serpientes.

¿Qué significa este símbolo? Dios no acaba con las serpientes, sino que da un “antídoto”: mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su fuerza de curación, que es su misericordia, más fuerte que el veneno del tentador.

Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, se identificó con este símbolo: el Padre, por amor, lo ha “entregado” a Él, el Hijo Unigénito, a los hombres para que tengan vida (Cf. Jn 3,13-17); y este amor inmenso del Padre lleva al Hijo a hacerse hombre, a hacerse siervo, a morir por nosotros y a morir en una cruz; por eso el Padre lo ha resucitado y le ha dado poder sobre todo el universo. Así se expresa el himno de la Carta de San Pablo a los Filipenses (2, 6-11). Quien confía en Jesús crucificado recibe la misericordia de Dios que cura del veneno mortal del pecado. 

El remedio que Dios da al pueblo vale también, especialmente, para los esposos que, “extenuados del camino”, son mordidos por la tentación del desánimo, de la infidelidad, de mirar atrás, del abandono… También a ellos Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos: si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.

El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino juntos de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a la mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser más hombre. Esta es la misión que tienen entre ustedes. Es la reciprocidad de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida. 

En medio de esta teología que nos da la Palabra de Dios, el pueblo en camino, también la familia en camino, los esposos en camino, un pequeño consejo: es normal que los esposos peleen, es normal. Siempre se hace. Pero les aconsejo que jamás terminen la jornada sin hacer la paz. Es suficiente un pequeño gesto y así se sigue caminando. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una “novela”. Es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía.

Les deseo a todos ustedes un buen camino, un bello camino, un camino fecundo. Que el amor crezca. Les deseo felicidad. Habrá cruces pero está siempre el Señor para ayudarlos a ir adelante. Que el Señor los bendiga.

Radio Vaticana

Encuentros con la Palabra por Hermann Rodríguez S.J. “(...) hasta setenta veces siete”



Cuando las 220 familias de las comunidades de Bojayá, Vigía del Fuerte y otros pueblos del Chocó y Antioquia, a orillas del río Atrato regresaron a sus viviendas, después de la masacre que perpetró la guerrilla de las FARC en medio de ellos, todo el pueblo colombiano quedó admirado de la dignidad de este pueblo. El 2 de mayo de 2002 un enfrentamiento entre la guerrilla y los paramilitares ocasionó una de las más graves tragedias ocurridas en la historia de nuestro país: 119 personas murieron, víctimas de un ataque de la guerrilla, mientras estaban refugiadas bajo el amparo del Templo parroquial de Bojayá. Las familias regresaron a su terruño en varias embarcaciones, una de las cuales llevaba el significativo nombre de El Arca de Noé. Como en el relato bíblico, el arco iris de la paz se convirtió en señal de la alianza de Dios con su pueblo. Pero no todo estaba solucionado. Al regresar, seguía habiendo presencia de la guerrilla y de los paramilitares en la región. Sin embargo, la gente no quería seguir desplazada y regresaron con las pobres garantías que les ofreció el gobierno.
Serafina, una de las señoras que regresó a Bojayá junto con su familia, comentaba: “Me gustó lo de las coplas y las pancartas. Pero la música no. Yo siento que todavía estamos de luto. (...) La familia no la hace la sangre sino la gente que vive con uno. A mí se me murió un primo, pero también casi 70 amigos y vecinos”. No estaban para fiestas ni celebraciones. La memoria de los muertos sigue viva en medio de este pueblo.
Junto a esta realidad, a nivel mundial recordamos en estos días la tragedia que vivió el pueblo norteamericano, y el mundo entero, en el año 2001, lo mismo que las represalias que esta acción terrorista produjo hacia el pueblo afgano y el mundo árabe. Recordamos el golpe militar en Chile, y el asesinato de su presidente, Salvador Allende hace ya 41 años. El dolor sufrido por los pueblos del mundo es tanto, que no podemos sino preguntarnos: ¿Cómo decirle a estas gentes de Bojayá, de Chile, de Afganistán, de la Torres de Nueva York, de Irak, de Palestina… y de tantas otras partes, que no deben perdonar siete veces, sino setenta veces siete? ¿Cómo explicar a una persona que ha sido maltratada o que ha perdido a sus seres queridos, que Jesús nos invita a perdonar como él nos perdona? ¿Perdonar es olvidar?
Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar es un artículo escrito por el P. Juan Masiá Clavel, S.J. y publicado en un libro que lleva por título “14 aprendizajes vitales”, de la colección Serendipity Maior. En este artículo el P. Masiá afirma que en toda experiencia humana en la que ha habido una herida de alguien hacia su prójimo, existen dos víctimas: la persona agredida y la persona agresora: “La víctima no es solamente la otra persona a la que yo he herido, sino yo mismo. Al hacer mal a otra persona, me he perjudicado a mí mismo”.
Desde esta perspectiva, la parábola que Jesús nos cuenta este domingo nos invita a colocarnos de ambos lados de la experiencia: a veces somos personas perdonadas, pero no sanadas... el perdón de Dios y de los demás no nos garantiza que después nos hagamos capaces de misericordia y compasión. Otras veces herimos y somos heridos cuando herimos. La víctima no es sólo el que es lastimado; también el agresor es víctima que hay que salvar. Esto es, precisamente, lo que Jesús quiere que sus discípulos entiendan y vivan con el milagro del perdón.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Encuentros con la Palabra
RD

LECTURAS PARA EL DÍA DE HOY



Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

PRIMERA LECTURA
Números 21, 4-9
Si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce quedaba curadoEl fragmento del Libro de los Números refiere el episodio del ataque de las serpientes venenosas al pueblo judío mientras peregrinaba por el desierto. Moisés recibe el encargo del Señor Dios que construya un estandarte con una serpiente de bronce. Y todos los israelitas mordidos mortalmente que miraban a la serpiente de bronce eran curados. Luego, en el evangelio, Jesús se va a referir a este hecho.
En aquellos días, el pueblo se impa­cientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo: “¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que murié­ramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida”.
Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moi­sés y le dijo: “Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes”. Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: “Haz una ser­piente como ésas y levántala en un palo. El que haya sido mordi­do por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la levantó en un palo; y si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado.

SALMO En el salmo 77 el salmista quiere resumir la historia del pueblo judío desde el éxodo por el desierto hasta la construcción del Templo, en Jerusalén. Por supuesto, guarda relación con el episodio de las serpientes en el desierto a que se refieren la primera lectura y el evangelio. Para nosotros, en este tiempo, es útil porque se reconoce el amor y ternura del Padre Dios respecto a sus criaturas.
Del salmo 77
No olvidemos las hazañas del Señor.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
presten oído a las palabras de mi boca.
Abriré mi boca y les hablaré en parábolas;
anuncia­ré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. R/.
Cuando Dios los hacía morir, lo buscaban
y madrugaban para volverse hacia Él.
Se acordaban de que Dios era su auxilio;
el Dios altísimo, su redentor. R/.
Lo adulaban con su boca,
le mentían con su lengua;
su cora­zón no era sincero con Él,
ni eran fieles a su alianza. R/.
Pero Él sentía lástima de ellos,
les perdonaba su culpa y no los destruía.
Muchas veces dominó su ira
y apagó el furor de su có­lera. R/.
 
SEGUNDA LECTURA
Filipenses 2, 6-11
Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas.San Pablo, en la segunda lectura, que corresponde al capítulo segundo de la Carta a los Filipenses, nos narra magistralmente el camino de Jesús en la redención del género humano. Siendo Dios se abajó como un hombre cualquiera aceptando la muerte, incluso una muerte de Cruz.

Cristo Jesús, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo, y se hizo se­mejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se hu­milló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre to­das las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, pa­ra que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Je­sucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios

EVANGELIO
Juan 3, 13-17
El Hijo del hombre tiene que ser levantado.El Evangelio de San Juan nos va a mostrar la conversación entre Jesús y el Senador judío, Nicodemo, quien le visitó de noche por temor a sus correligionarios. Jesús de Nazaret le recuerda la escena de la serpiente de bronce que nos ha contado la primera lectura. Y añade que hay que mirarle --a Él al mismo Jesús—en lo alto de la cruz para obtener la vida eterna.

En aquel tiempo, Jesús dijo a Ni­codemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así co­mo Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser le­vantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, si­no para que el mundo se salvara por Él”.
Palabra del Señor

martes, 9 de septiembre de 2014

JÓVENES SANTIAGO. Imágenes del Primer encuentro Mar adentro. La radicalidad Ignaciana


José Miguel Burmeister y María de los Ángeles Pavez




José Miguel Burmeister

María de los Ángeles Pavez




José Ignacio Maritano González



Carlos Álvarez S.J.

José Miguel Burmeister y María de los Ángeles Pavez

Belén Tapia